La oración de las tres monedas a la divina providencia es una práctica espiritual que consiste en pedir a Dios, con fe y confianza, que provea de lo necesario para vivir dignamente, tanto en el plano material como en el espiritual.
Se trata de una oración sencilla, pero poderosa, que se basa en el uso de tres monedas como símbolo de la abundancia y la gratitud. En este artículo, te explicaremos qué es la divina providencia, cómo se hace la oración de las tres monedas, qué beneficios se le atribuyen y qué testimonios la respaldan.
¿Cómo se hace la oración de las tres monedas a la divina providencia?
La oración de las tres monedas a la divina providencia es una oración que se puede hacer en cualquier momento y lugar, pero que tiene una mayor eficacia si se hace el primer día de cada mes, o el día que se recibe el salario o la pensión.
Se necesita tener tres monedas de cualquier valor, que se deben guardar en un lugar especial, como una caja, una bolsa o un sobre, y que se deben usar solo para esta oración. Las monedas representan la confianza en la providencia de Dios, que nunca nos deja faltar lo necesario, y la gratitud por todo lo que nos da, que es más de lo que merecemos.
La oración se hace de la siguiente manera:
- Se toman las tres monedas en la mano derecha, y se elevan al cielo, diciendo: “Padre, te alabo y te bendigo por tu amor y tu providencia. Tú eres el dueño de todo lo que hay, y me lo das generosamente. Te ofrezco estas tres monedas como signo de mi fe y de mi agradecimiento. Te pido que me proveas de lo que necesito para vivir dignamente, tanto en lo material como en lo espiritual. Que tu voluntad se haga en mí, y que yo sepa aceptarla con humildad y alegría. Amén”.
- Se colocan las tres monedas en la mano izquierda, y se ponen sobre el corazón, diciendo: “Jesús, te adoro y te agradezco por tu pasión y tu muerte en la cruz. Tú eres el pan de vida, que se entrega por mí. Te ofrezco estas tres monedas como signo de mi amor y de mi reparación. Te pido que me alimentes con tu cuerpo y tu sangre, y que me fortalezcas con tu gracia. Que tu palabra se cumpla en mí, y que yo sepa seguirla con fidelidad y obediencia. Amén”.
- Se vuelven a tomar las tres monedas en la mano derecha, y se extienden hacia el frente, diciendo: “Espíritu Santo, te glorifico y te doy gracias por tu presencia y tu acción en mí. Tú eres el fuego de amor, que me ilumina y me purifica. Te ofrezco estas tres monedas como signo de mi esperanza y de mi entrega. Te pido que me llenes de tus dones y de tus frutos, y que me guíes con tu luz y tu consuelo. Que tu soplo se manifieste en mí, y que yo sepa cooperar con él con docilidad y generosidad. Amén”.
- Se guardan las tres monedas en el lugar especial, y se termina la oración con un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria.
Otro Ritual para rezar la oración de las tres monedas a la divina providencia
Si bien los pasos anteriores son efectivos y sirven para hacer tu petición también puedes probar este método:
1. Preparación:
- Encuentra un lugar tranquilo y sin distracciones, donde puedas estar a solas con Dios y contigo mismo. Puede ser tu habitación, tu jardín, tu iglesia o cualquier otro espacio que te inspire paz y serenidad.
- Coloca tres monedas significativas frente a ti, sobre una mesa, un altar o una superficie limpia y plana. Las monedas pueden ser de cualquier valor, pero deben tener un significado especial para ti. Pueden ser monedas que hayas recibido como regalo, que hayas encontrado por casualidad, que hayas ahorrado con esfuerzo o que hayas usado para algo importante. Lo esencial es que las monedas representen tu relación con Dios, con el dinero y con la abundancia.
- Respira profundamente y relaja tu cuerpo y tu mente. Cierra los ojos y entra en un estado de oración, invocando la presencia de Dios y de tu ángel de la guarda. Pídeles que te asistan y te protejan durante el ritual, y que te concedan las gracias que necesitas.
2. Reflexión:
- Toma la primera moneda y reflexiona sobre tu pasado. Piensa en cómo ha sido tu vida hasta ahora, en los momentos buenos y malos, en las personas que han marcado tu historia, en las decisiones que has tomado, en los errores que has cometido y en los aciertos que has logrado.
- Agradece por las lecciones aprendidas y las experiencias que te han moldeado. Reconoce que todo lo que has vivido ha sido parte del plan de Dios para ti, y que ha tenido un propósito en tu crecimiento personal y espiritual. Perdona a los que te han hecho daño, y pide perdón a los que has ofendido. Libérate de los rencores, las culpas y los arrepentimientos. Celebra los logros, los dones y las bendiciones que has recibido.
3. Gratitud:
- Sostén la segunda moneda y practica la gratitud por el presente. Piensa en cómo es tu vida ahora, en lo que tienes y en lo que eres, en las personas que te acompañan y te apoyan, en las oportunidades que se te presentan y en los desafíos que enfrentas.
- Reconoce las bendiciones que tienes en tu vida en este momento. Aprecia todo lo que Dios te ha dado, y que a veces das por sentado. Valora tu salud, tu familia, tu trabajo, tu hogar, tu fe, tu libertad, tu belleza, tu talento, tu inteligencia, tu creatividad, tu humor, tu bondad y todo lo que te hace único y especial. Da gracias a Dios por cada detalle, por cada gesto, por cada palabra, por cada sonrisa, por cada abrazo, por cada beso, por cada caricia, por cada mirada, por cada suspiro, por cada latido de tu corazón.
4. Esperanza:
- Sujeta la tercera moneda y mira hacia el futuro con esperanza. Piensa en cómo quieres que sea tu vida, en lo que deseas y en lo que sueñas, en las metas que te has propuesto y en los proyectos que tienes en mente, en las personas que quieres conocer y en las que quieres conservar, en los lugares que quieres visitar y en los que quieres volver, en las cosas que quieres hacer y en las que quieres dejar de hacer, en las virtudes que quieres cultivar y en los vicios que quieres eliminar, en las alegrías que quieres vivir y en las tristezas que quieres evitar.
- Confía en que la Divina Providencia guiará tu camino. Cree que Dios tiene un plan para ti, y que te dará lo que necesitas para cumplirlo. Espera que Dios te sorprenda con su amor y su generosidad, y que te conceda los deseos de tu corazón. Pide a Dios que te ayude a discernir su voluntad, y que te dé la fuerza y la sabiduría para seguirla. Encomienda a Dios tus preocupaciones, tus miedos, tus dudas, tus angustias, tus problemas, tus necesidades, tus anhelos, tus ilusiones, tus esperanzas.
5. Oración:
Combina las tres monedas en tus manos y recita una oración sincera, expresando tu confianza en la providencia divina. Puedes usar tus propias palabras, o inspirarte en alguna de estas oraciones:
Oración de San Ignacio de Loyola:
Toma, Señor, y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer. Tú me lo diste, a ti, Señor, lo torno. Todo es tuyo, dispón de ello según tu voluntad. Dame tu amor y gracia, que ésta me basta.
Oración de Santa Teresa de Ávila:
Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta: solo Dios basta
Oración de San Francisco de Asís
Señor, hazme instrumento de tu paz. Donde haya odio, que yo ponga amor. Donde haya ofensa, que yo ponga perdón. Donde haya discordia, que yo ponga unión. Donde haya error, que yo ponga verdad. Donde haya duda, que yo ponga fe.
Donde haya desesperación, que yo ponga esperanza. Donde haya tinieblas, que yo ponga luz. Donde haya tristeza, que yo ponga alegría. Oh Maestro, que no busque yo tanto ser consolado, como consolar; ser comprendido, como comprender; ser amado, como amar. Porque dando se recibe, perdonando se es perdonado, y muriendo se resucita a la vida eterna
¿Te animas a hacer la oración de las tres monedas a la divina providencia?
Si quieres probar esta oración a la divina providencia, solo necesitas tener tres monedas, fe y gratitud. Puedes hacerla el primer día de cada mes, o el día que recibas tu salario o tu pensión, y verás cómo Dios te sorprende con su providencia.
Recuerda que Dios es tu padre, que te ama y te cuida, y que sabe lo que te conviene más que tú mismo. No dudes en pedirle lo que deseas, pero también acepta lo que te da, y comparte lo que tienes. Así, vivirás en la abundancia y la felicidad, y darás gloria a Dios.
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